Bendita
la locura que me invadió cuando conocí el calor de tus piernas, cuando probé
tus ganas saladas, y cuando admiré tu terca dulzura.
Bendita
la locura insana que me corrompió el cuerpo cuando me besaste a mordiscos y me
lanzaste con tu arco cerebral las ideas de tu mente.
Malditas
ganas de tener tus pies tímidos entre los míos, de arrancarte con la lengua tus
más oscuros secretos de metal.
Maldito
día en el que te cruzaste en mi camino torcido y lo enderezaste como si nunca
hubiera sido un laberinto.
Bendito
el día en el que me abandoné a tu causa y combatí en tu nombre sobre las
batallas de llamas de tu voz.
Bendito
momento de papiro en el que decidimos que quemar suspiros con nuestros nombres
nos haría eternos, y plenos, y nuestros.
Maldito
puro secreto de confidencia en el que nos volcábamos como niños en un columpio.
Maldito
arranque de confianza que me supone el verte desnuda en mi cama, diciéndome con
la mirada lo firme que me quieres.
Bendita
gloria a la que me transportas con tu olor de mar de lluvia, de cielo
estrellado a colores, y de almas perdidas en un tren.
Benditas
las noches inseguras entre tus lágrimas de ácido sulfúrico y mis abrazos de
gelatina deshecha.
Maldita
tú y tus: locuras, ganas, días, momentos, secretos, arranques, glorias y
noches.
Pero
sobretodo, maldita tú.