Entrad, sin miedos y prejuicios. Bienvenidos a mi reino de mediocridad y simplicidad. Bienvenidos a mi hogar.

Desde el minuto cero os pido encarecidamente que me juzguéis con pasión y crueldad. Aquí no hay lugar para los cobardes o los aduladores, solo para los que saben meter el dedo en el ojo hasta el final.

Espero ver en vuestros rostros sonrisas de hiena, de depredadores hambrientos. Si estáis aquí es por alguna razón, aprovechadla para despedazarme. No puedo pedir menos.

El triunfo, dicen, se mide de muchas formas: enemigos, riqueza, fama, poder… En mi hogar, es decir, aquí, se mide en “bienvenidos” pronunciados.

Poneos cómodos ya que si habéis llegado hasta este punto, es para quedaros.

jueves, 13 de octubre de 2016

Escribir, el lujo de todo insensato

¿Que qué pienso de mí como escritora? No sé, intenta decirme que piensas de ti como persona. ¿Difícil verdad? Mira, utilizaré tres palabras: caótica, pretenciosa y rebelde.

La primera es fácil de explicar: las ideas bailan en mi cabeza, me seducen y yo creo que puedo dominarlas. Las tomo en mis brazos, bajo la protección de un ala invisible e intento plasmarlas. No, no me sale del todo mal, al principio parecen fáciles de escribir, les cojo cariño, me confío. Luego es cuando empiezan a torturarse las unas a las otras. Se estrangulan y se aman a la vez, inician un torbellino de pasión y descontrol. A veces tienen nombre propio, de ti, de mí, de él, de nuestros juegos. Otras veces son tan anónimas que arañan lágrimas de compasión. Todas tienen algo en común, son amantes de la impaciencia, de lo efímero. O rasgan un papel en blanco en pocos segundos o simplemente se evaporan y te dejan con la miel en los labios.
No siguen ningún orden, vienen y van. No sabes cuántas veces he podido suplicarle a la Luna que les enseñara un poco de orden, un poco de cronos ordenado. Algo, lo mínimo, para que vinieran a mí cuando las llamase. Pero ya te lo he dicho, son caprichosas, son caóticas.

La segunda me da un poco más de juego. ¿Has leído a Nietzsche? Tranquilo, es muy fácil de explicar: Nietzsche se creía genio y escribía como tal. Yo simplemente utilizo su nombre y sus ideas. ¿Has visto American Beauty? No pasa nada, pero escribí un relato entero sobre ella. ¿Alguna vez te has inventado palabras? Yo sí, constantemente. Adjetivos extraños y truculentos, esos son mis preferidos. Todas mis manías son mis musas. Las manos de un extraño, su mirada, una metáfora que clavar en piedra. Todo entre mis dedos se vuelve exagerado y desorbitado, toda belleza débil se vuelve una llama en medio de un bosque. Un recuerdo es un anillo desgastado, que llevas, que mueves, que no puedes parar de utilizar. ¿Para mí? Una fuente de inspiración, una espiral inacabada que suplica un poco de atención.
¿Que quién me creo? Nadie. Por eso me doy el gusto de escribirme, sin tapujos y sin miedos.


Y la tercera, bueno, creo que esa ha quedado más que explicada.

Este texto lo escribí bajo las pautas de mi profesor de Escritura, de la carrera. El ejercicio consistía en hacer una reflexión introspectiva sobre mí como escritora.