¿Que qué pienso de mí como escritora? No
sé, intenta decirme que piensas de ti como persona. ¿Difícil verdad? Mira,
utilizaré tres palabras: caótica, pretenciosa y rebelde.
La primera es fácil de explicar: las
ideas bailan en mi cabeza, me seducen y yo creo que puedo dominarlas. Las tomo
en mis brazos, bajo la protección de un ala invisible e intento plasmarlas. No,
no me sale del todo mal, al principio parecen fáciles de escribir, les cojo
cariño, me confío. Luego es cuando empiezan a torturarse las unas a las otras.
Se estrangulan y se aman a la vez, inician un torbellino de pasión y
descontrol. A veces tienen nombre propio, de ti, de mí, de él, de nuestros
juegos. Otras veces son tan anónimas que arañan lágrimas de compasión. Todas
tienen algo en común, son amantes de la impaciencia, de lo efímero. O rasgan un
papel en blanco en pocos segundos o simplemente se evaporan y te dejan con la
miel en los labios.
No siguen ningún orden, vienen y van. No
sabes cuántas veces he podido suplicarle a la Luna que les enseñara un poco de
orden, un poco de cronos ordenado. Algo, lo mínimo, para que vinieran a mí
cuando las llamase. Pero ya te lo he dicho, son caprichosas, son caóticas.
La segunda me da un poco más de juego.
¿Has leído a Nietzsche? Tranquilo, es muy fácil de explicar: Nietzsche se creía
genio y escribía como tal. Yo simplemente utilizo su nombre y sus ideas. ¿Has
visto American Beauty? No pasa nada,
pero escribí un relato entero sobre ella. ¿Alguna vez te has inventado
palabras? Yo sí, constantemente. Adjetivos extraños y truculentos, esos son mis
preferidos. Todas mis manías son mis musas. Las manos de un extraño, su mirada,
una metáfora que clavar en piedra. Todo entre mis dedos se vuelve exagerado y
desorbitado, toda belleza débil se vuelve una llama en medio de un bosque. Un
recuerdo es un anillo desgastado, que llevas, que mueves, que no puedes parar
de utilizar. ¿Para mí? Una fuente de inspiración, una espiral inacabada que
suplica un poco de atención.
¿Que quién me creo? Nadie. Por eso me
doy el gusto de escribirme, sin tapujos y sin miedos.
Y la tercera, bueno, creo que esa ha
quedado más que explicada.
Este texto lo escribí bajo las pautas de mi profesor de Escritura, de la carrera. El ejercicio consistía en hacer una reflexión introspectiva sobre mí como escritora.