“Volver a volver, saber que
no estás y yo nunca estaré…”
Definámonos. Tomemos el
camino fácil, ese que nos ofrecen los presentadores parlanchines a través de
las luces que confunden y embotan el alma.
Definámonos. Tomemos el
camino difícil, ese que está lleno de incertidumbres oscuras y pastosas, ese
que da miedo, ese que cuesta analizar en retrospectiva.
Pero definámonos, o elijamos
no definirnos. Elijamos encontrarnos a través de los ojos de alguien. En su
ilusión y sus ganas. En sus miedos.
Hagamos paralelismos con los
lunares de sus cuello, de sus espaldas o de sus brazos. Contemos anécdotas
estúpidas, contemos con nuestros dedos todas nuestras manías. Besemos a la
noche.
“No quiero contar lo mismo
que ayer, ahogar las palabras, quemarme la piel…”
Definámonos como estúpidos
sin remedio. Como jóvenes inconscientes. Riámonos de sus moralejas, seamos sus
estereotipos, luchemos por nuestras ganas y por nuestra falta de tiempo.
Definámonos como la
generación que hace falta. Partámonos la cabeza contra un techo de cristal,
llenemos de ideas frescas sus jarrones de diseño. Desparramemos alcohol,
compartamos recuerdos. Seamos nuestros.
Pero destrocémonos. Seamos
sádicos con nosotros mismos. Hagamos promesas para romperlas después.
Jugueteemos con nuestra consciencia. Que no nos paren, que gritemos hasta
enloquecer. Un poquito más cada día.
“Mis memorias me persiguen,
de eso no puedo librarme. De lo que fui solo queda hueso y carne…”
Definámonos como “las jóvenes
promesas del futuro”. Démosles lo que nos piden, pero dejémosles con la miel en
los labios. Seamos zorros, zorras, animales con pasión, con astucia. Rompamos
calles con nuestros pasos de madrugada. Desgarrémonos la voz a base de cucharadas
de melancolía. Dibujemos a la imaginación como si nunca la hubiéramos mantenido
cautiva.
“Se puede perder la vista, pero
nunca la mirada…”
Y veamos, contemplemos
nuestras obras de arte. Giremos la cabeza y observemos nuestros pasos
titubeantes. Sonriamos como locos y desplacemos las ganas cada vez más cerca de
nuestros pulmones. Rindámonos ante nosotros mismos y levantemos la cabeza hasta
que duela.
Definámonos como los
indefinibles. Amenacemos con un par de acordes a los cuerdos.
Y no dejemos que el ciclo
termine.
“Era distinto en 1932…”
Letra de la canción "1932" de La Maravillosa Orquesta del Alcohol.