Entrad, sin miedos y prejuicios. Bienvenidos a mi reino de mediocridad y simplicidad. Bienvenidos a mi hogar.

Desde el minuto cero os pido encarecidamente que me juzguéis con pasión y crueldad. Aquí no hay lugar para los cobardes o los aduladores, solo para los que saben meter el dedo en el ojo hasta el final.

Espero ver en vuestros rostros sonrisas de hiena, de depredadores hambrientos. Si estáis aquí es por alguna razón, aprovechadla para despedazarme. No puedo pedir menos.

El triunfo, dicen, se mide de muchas formas: enemigos, riqueza, fama, poder… En mi hogar, es decir, aquí, se mide en “bienvenidos” pronunciados.

Poneos cómodos ya que si habéis llegado hasta este punto, es para quedaros.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Entendimiento ciego

Y creo que por fin lo entiendo o lo he entendido, mientras le imploraba a un dios desnudo que me consolara entre sus brazos. Un alter ego necesitado que ya no sabe si amarme u odiarme.
Me decía que ya no tienes fuerzas para amar como te exigen. Me ha susurrado que ahora tienes una fuerza arrolladora para amar como te place.
Y yo me resisto, como una necia que se niega a desprenderse de su venda, de esa venda negra que todos mis compañeros de estupidez llevan. Pero ha llegado el punto en el que no soy capaz de entender por qué coño me resisto. Si eres tú, como siempre, el alma demoledora que da forma a mis sentidos.
Así que aquí persisto, y existo en vano, porque creo entender los impulsos de nuestro aliento, de nuestras manos. Y aun así me dejo enloquecer por los susurros de los necios, y sus opiniones como dagas se clavan en mi vientre. Hieren lo más puro de tu mirada, lo más sincero de tus besos, lo más tierno de tus abrazos.
Y vuelvo a implorar, a ese dios evanescente, qué me explique, qué me explique mi aliento en tu cuello. Y qué me explique nuestro juego. Nuestro sinsentido, nuestro razonamiento, mi miedo.


Pero finalmente me retuerzo, y araño a la noche unas horas de sueño, que me hagan olvidar durante un tiempo que te quiero, con venda, sin venda, y si hace falta, con dagas en el cuello.