Entrad, sin miedos y prejuicios. Bienvenidos a mi reino de mediocridad y simplicidad. Bienvenidos a mi hogar.

Desde el minuto cero os pido encarecidamente que me juzguéis con pasión y crueldad. Aquí no hay lugar para los cobardes o los aduladores, solo para los que saben meter el dedo en el ojo hasta el final.

Espero ver en vuestros rostros sonrisas de hiena, de depredadores hambrientos. Si estáis aquí es por alguna razón, aprovechadla para despedazarme. No puedo pedir menos.

El triunfo, dicen, se mide de muchas formas: enemigos, riqueza, fama, poder… En mi hogar, es decir, aquí, se mide en “bienvenidos” pronunciados.

Poneos cómodos ya que si habéis llegado hasta este punto, es para quedaros.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Manitas mentales

El destino lo imponían unas manos ajenas a mi conciencia. Aprisionaban razones absurdas contra mi sien vulnerable. Luchaban por llenar mi mente de vacío, de pocas ganas, de mediocridad.
Eran frías y duras, arañaban con constancia. Repelían con sus uñas el amor, la incertidumbre o la cultura.
Irrefrenables en su tarea, perseguían con malicia cada pensamiento propio que conseguía escapar de sus garras. Le arrancaban la cabeza, le mordían los ojos y le hacían burla a su cadáver.
¿En que se convierte una persona con manos de hierro en la cabeza? ¿Quién dejó de ser para ser lo que no es y lo que no puede existir?
El crujido de mi cráneo me despertaba cada noche. Los huesos mutaban encogidos ante la fuerza de su voluntad helada. Sonaban como muebles muertos hace tiempo.
Quería gritar, pero ni un solo sonido salía de mi boca, salvo el eco y el susurro inaudible de mi propia voz despidiéndose de mí.
¡Adiós voz! ¡Adiós!
Y luego no pensé yo, sino mis manos craneales: ¡bendita juventud de vivos sin pañales! ¡Quién pillara esas mentes estructuradas!
¿Dónde quedó en ese momento mi espíritu? Manos, férreas, mutilantes, es lo que tengo que ofrecer: ni siento, ni existo, ni susurro, ni vivo. ¿Dónde vive ahora la mente de mi vida? ¿Dónde están los recuerdos de los sueños que guardé tras mi oreja? ¿Arrebatados? ¿Todos? Todos a base de arañazos, y de la mía incultura generalizada, ¿por qué de quién es sino si no es mía?

¡Viva la mayoría! ¡VIVAN LAS MANOS DE MUERTO QUE REPRIMEN NUESTRO ALIENTO! ¡VIVAN! ¡VIVAN! Y que viva la normalidad y la inmundicia mental, vivan las manos que me hieren por las noches, vivan sus uñas que me dejan ciega, y qué vivan…

martes, 24 de noviembre de 2015

Indescripción detallista

Hoy te toca a ti. Hoy es el día en el que caerán sobre tus hombros las verdades que encierra tu cuerpo. Hoy es el día en el que te obligarás a dejar un lado la autocompasión, la soberbia y la extrañeza y te enseñarás a ti mismo lo que nadie más puede. Hoy, y solo hoy, es el día en el que serás y sabrás ser.

Ni tus pies determinarán tu camino, ni lo hará todo aquello que crees que lo hace, porque tú eres capaz de olvidar las condiciones de la vida y purificar tu opinión. Tu mente será tu herramienta más preciada, dejarás de ponerla límites continuos y la dejarás volar libre y equívoca por los senderos de la incertidumbre. No le cortarás las alas, jamás, ya que beberás de su fracaso y te obligarás a quedar con sed. Dispersarás toda nube de tormenta que se cierna sobre ella con tu ambición de hierro, con tus ganas de guerra, y con tus manos. Y, no dejarás que las heridas de la batalla nublen el nuevo día porque no hay nada más bonito que un amanecer con olor a esperanza.

Te definirás incansable como un ser finito, inconcluso, e incluso incongruente. Despechado por cualquier tipo de creencia y reacio a los dogmas de las mismas. En movimiento continuo, buscando la salida al conocimiento pleno, sin dejarte llevar en tu totalidad por la corriente de músicos mediocres del día a día.

Perecerás ante el amor y ante la amistad. Los acogerás como virtudes infinitas y los cultivarás hasta el fin de tus días, con constancia pero sin esperar ningún fruto a cambio. Pero si los recibieras, y fueras capaz de probarlos, deléitate con ellos. Disfrutarás plenamente del fuego que el amor provoque sobre tu piel y abrase tu razón, igual que disfrutarás de la pasión que te brinde el juego de tu instinto. Añorarás el cariño que antaño fue dispensado, pero mirarás al pasado sabiendo que es lo que jamás podrá volver, y sonreirás con satisfacción. Con la amistad, en cambio, reirás hasta la extenuación y los límites de la conciencia humana. Arrancarás con dulces caricias momentos tiernos e inigualables, y los mantendrás libres vagando por tu interior, reconfortándote así en los momentos de soledad.
Siempre con la mirada traslúcida al frente intentarás crecer día a día, sabiendo, creando, cultivando, amasando, destrozando, lo que muchos antes o lo que nadie.

Y así encontrarás felicidad en tu camino indeterminado y desgracias, pero sobretodo encontrarás vida, y más importante aún, encontrarás la tuya.

- Esto lo escribí bajo las pautas de una tarea creativa que me mandó mi profesora de Literatura Universal. La tarea en sí consistía en hacer una descripción de mí misma en segunda persona.

domingo, 11 de octubre de 2015

¿Has visto American Beauty?

Antes de que termines de leer esto, debo preguntarte: ¿has visto American Beauty?

Si la respuesta es no… Debes verla para poder entender todo esto, e incluso debes verla para poder entender la belleza que habita en este mundo tan gris.

Si la respuesta es sí… He vivido un momento precioso, de un valor incalculable. Tan bello que uno de los protagonistas de la película, el chico, lo habría grabado con su cámara, y probablemente lo hubiera visto una y otra vez hasta desgastarlo. Ha sido único, y sé que por ello, jamás volveré a vivir algo que se acerque, no bajo las mismas circunstancias, y por eso supongo que lo escribo, para dejar constancia de que ha existido, de que ha sido real, de que no me he imaginado la belleza.

Mi padre y yo íbamos escuchando una canción en el coche. Una canción que era la primera vez que escuchaba, y que no me ha dejado indiferente. Sonaba perfecta, no solo en el coche, si no en mi cabeza, e incluso se movía perfectamente con el paisaje, iba a su compás. Así que para no alterar esa naturaleza perfecta, he permanecido quieta, escuchando y observando, absorbiendo cada mínimo instante de perfección.
Y hemos llegado a casa. Y la canción no había terminado.

Mi padre ha aparcado el coche. Y a la canción le debían de quedar unos cincuenta segundos. Cincuenta largos y perfectos segundos. Así que no hemos dicho nada, y mi padre ha dejado el dedo posado en el botón que apaga completamente el coche, pero sin presionarlo, y la canción ha seguido sonado. Esos cincuenta segundos, enteros, de canción regalada, de canción gratis que no debería de haber escuchado porque ya habíamos llegado a casa, pero que he escuchado, porque todo era demasiado bello como para frenarlo, y mi padre lo sabía. Esos cincuenta segundos, son los que habría grabado con una cámara si hubiera podido. Porque en esa cinta se nos vería a mi padre y a mí, quietos, sin movernos, sin apenas respirar, y lo único que saldría moviéndose sería la música. Y sería perfecto, y sería arte, y sería imborrable de la mente de cada persona que lo viera, porque ha sido todo y nada en cincuenta segundos. Y eso es lo que hay que entender del mundo, y del arte, y de lo bello: que es efímero, pero es perfecto cuando ocurre, y que por eso mismo hay que encontrarlo, y sentirlo dentro.


Porque el arte nos hace sentir vivos, y el Universo sonríe por ello.

sábado, 10 de octubre de 2015

Mr.J

Me perdí en el momento en el que sentí el fuego que habita en tu alma afónica. No perdí el sentido, ni el norte, ni las ganas, si no que me rendí a mis sentidos, a tu norte, y a nuestras ganas. También luché contra pensar de más, o contra dejar caer mis dedos en tu piel abrasadora. Pero cuando caí en ella, caí con caricias suaves, con arañazos en tu espalda y con las llamas que despiertan tus manos por mi cuerpo. Y acabé pensando que joder, ojalá retener tu cuerpo contra el mío el suficiente tiempo para volverme loca. Lo suficiente para darme cuenta del huracán que crees provocar, de los estragos que crees causar, y de lo mucho que me gusta decir que adoro las tormentas, y más cuando me mojo con ellas.
No entender lo que ocurre es parte del plan, o eso parece, pero que importará la comprensión de conceptos de mierda cuando tengo tu respiración en mi boca. Cuando lucho por agarrar tus manos contra mi piel. Cuando me pierdo en tus ojos. Cuando todo tiene más sentido que la propia realidad.
Hay tiempo de sobra para explicar multitud de noches en vela, y para dormir, pero siempre me falta tiempo para un último beso o miradas interminables. Y no lo entiendo. ¿Cómo es posible que todo tenga tanto sentido, y a la vez sea incomprensible?
Gracias por darle sentido a la locura.
Te mereces tanto...

Te adora,


Harley.


domingo, 27 de septiembre de 2015

Estúpido engendro de polvos sin respuesta

Noches de dudas existenciales con olor a polvo barato. Esas eran sus noches preferidas.
Le encantaba recostarse de nuevo en su cama cutre, con la chica que fuera, y bombardearla a preguntas sobre la fugacidad de la vida, sobre su concepción intrapersonal, y sobre Kafka. Entre otras muchas cuestiones, sus preferidas siempre eran las que más le hacían pensar a él.

Le encantaban las caras de incredulidad que suscitaba. Le encantaban los: “no sé…” tímidos que arrancaba. Le encantaban las miradas de reojo y los silencios incómodos. Le hacían sentir estúpido pero poderoso. Le encantaban los: “creo que debería irme…” y le encantaba seguir tumbado, con las manos bajo su nuca, las piernas cruzadas y una sonrisa de medio lado mientras la chica en cuestión se levantaba precipitadamente.
Le encantaba despedirse de ellas desde la cama, siempre con un sarcástico pero sincero: “gracias por tu ayuda, guapa”.

Y así era siempre todo. Ellas le ayudaban a seguir siendo lo que era, porque nunca encontraba respuestas a nada. Llevaba años desgastando, cuando podía, esa rutina nocturna tan peculiar, pero nunca nadie le había respondido a nada. Para él, la esencia de su vida era aquello, lo que conformaba sus noches estrella: echar un polvo y seguir siendo igual de ignorante que siempre.


Le encantaba.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Mi loba

“La miro fijamente a esos ojos de loba salvaje y solitaria. Intento sostenerle la mirada, pero como siempre, me acaba superando. Aparto mi mirada, pero recaigo. Vuelvo a caer en sus ojos color ceniza. Me atrapan, me juzgan, me torturan, me devoran. Devoran mi esencia. Me hacen suya, me doblegan. Pero me encanta, no puedo evitar que me encante.
No hay nada más bonito que esos ojos de loba.”

Salgo del baño, todavía mojada y desnuda tras la ducha. Estiro los brazos a ambos lados de mi cuerpo y comienzo a girar. Me río, alto y fuerte.

“Ahora son sus labios los que me absorben. Los labios de una diosa. Los mordería y besaría hasta que dejaran de existir, hasta que desgastara su existencia. Le arrancaría la lengua con la mía, a caricias, con juegos sucios. Me fumaría su aliento, y lo respiraría hasta el fin de los tiempos. Le arrancaría su sonrisa de suficiencia y desdén a base del azúcar de mi boca.
No hay nada más deseable que esos labios de diosa.”

No le doy importancia al agua que distribuyo por la habitación, y enciendo mi música. Bailo, salto y sigo riendo. Cada vez más alto y más fuerte. Siempre más fuerte.

“Pero su pecho, dios mío, su pecho… En él podría vivir las siete vidas que tiene un gato, y no cansarme de su olor. Tacto de terciopelo caliente que abrasa mi propia piel, y la obliga a quedarse. Pegada a él lloraría mares de dicha, y dormiría océanos de calma. Martillearía sus costillas en mi interior siguiendo el ritmo de su pulso. Tacharía otros lugares de paganos e impuros, y protegería su ciudad con uñas y dientes.
No hay nada más defendible que su fortaleza de huesos y piel.”


Entro de nuevo al baño, esta vez con música y carcajadas en mis oídos. Pero sigue ahí. La loba salvaje de labios celestiales y pecho descubierto me mira desde un espejo. ¿Cómo no podría enamorarme de ella?