“La miro fijamente a esos
ojos de loba salvaje y solitaria. Intento sostenerle la mirada, pero como
siempre, me acaba superando. Aparto mi mirada, pero recaigo. Vuelvo a caer en
sus ojos color ceniza. Me atrapan, me juzgan, me torturan, me devoran. Devoran
mi esencia. Me hacen suya, me doblegan. Pero me encanta, no puedo evitar que me
encante.
No hay nada más bonito que
esos ojos de loba.”
Salgo del baño, todavía
mojada y desnuda tras la ducha. Estiro los brazos a ambos lados de mi cuerpo y
comienzo a girar. Me río, alto y fuerte.
“Ahora son sus labios los
que me absorben. Los labios de una diosa. Los mordería y besaría hasta que
dejaran de existir, hasta que desgastara su existencia. Le arrancaría la lengua
con la mía, a caricias, con juegos sucios. Me fumaría su aliento, y lo
respiraría hasta el fin de los tiempos. Le arrancaría su sonrisa de suficiencia
y desdén a base del azúcar de mi boca.
No hay nada más deseable que
esos labios de diosa.”
No le doy importancia al
agua que distribuyo por la habitación, y enciendo mi música. Bailo, salto y
sigo riendo. Cada vez más alto y más fuerte. Siempre más fuerte.
“Pero su pecho, dios mío, su
pecho… En él podría vivir las siete vidas que tiene un gato, y no cansarme de
su olor. Tacto de terciopelo caliente que abrasa mi propia piel, y la obliga a
quedarse. Pegada a él lloraría mares de dicha, y dormiría océanos de calma.
Martillearía sus costillas en mi interior siguiendo el ritmo de su pulso.
Tacharía otros lugares de paganos e impuros, y protegería su ciudad con uñas y
dientes.
No hay nada más defendible
que su fortaleza de huesos y piel.”
Entro de nuevo al baño, esta
vez con música y carcajadas en mis oídos. Pero sigue ahí. La loba salvaje de
labios celestiales y pecho descubierto me mira desde un espejo. ¿Cómo no podría
enamorarme de ella?
No hay comentarios:
Publicar un comentario