Entrad, sin miedos y prejuicios. Bienvenidos a mi reino de mediocridad y simplicidad. Bienvenidos a mi hogar.

Desde el minuto cero os pido encarecidamente que me juzguéis con pasión y crueldad. Aquí no hay lugar para los cobardes o los aduladores, solo para los que saben meter el dedo en el ojo hasta el final.

Espero ver en vuestros rostros sonrisas de hiena, de depredadores hambrientos. Si estáis aquí es por alguna razón, aprovechadla para despedazarme. No puedo pedir menos.

El triunfo, dicen, se mide de muchas formas: enemigos, riqueza, fama, poder… En mi hogar, es decir, aquí, se mide en “bienvenidos” pronunciados.

Poneos cómodos ya que si habéis llegado hasta este punto, es para quedaros.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Mi loba

“La miro fijamente a esos ojos de loba salvaje y solitaria. Intento sostenerle la mirada, pero como siempre, me acaba superando. Aparto mi mirada, pero recaigo. Vuelvo a caer en sus ojos color ceniza. Me atrapan, me juzgan, me torturan, me devoran. Devoran mi esencia. Me hacen suya, me doblegan. Pero me encanta, no puedo evitar que me encante.
No hay nada más bonito que esos ojos de loba.”

Salgo del baño, todavía mojada y desnuda tras la ducha. Estiro los brazos a ambos lados de mi cuerpo y comienzo a girar. Me río, alto y fuerte.

“Ahora son sus labios los que me absorben. Los labios de una diosa. Los mordería y besaría hasta que dejaran de existir, hasta que desgastara su existencia. Le arrancaría la lengua con la mía, a caricias, con juegos sucios. Me fumaría su aliento, y lo respiraría hasta el fin de los tiempos. Le arrancaría su sonrisa de suficiencia y desdén a base del azúcar de mi boca.
No hay nada más deseable que esos labios de diosa.”

No le doy importancia al agua que distribuyo por la habitación, y enciendo mi música. Bailo, salto y sigo riendo. Cada vez más alto y más fuerte. Siempre más fuerte.

“Pero su pecho, dios mío, su pecho… En él podría vivir las siete vidas que tiene un gato, y no cansarme de su olor. Tacto de terciopelo caliente que abrasa mi propia piel, y la obliga a quedarse. Pegada a él lloraría mares de dicha, y dormiría océanos de calma. Martillearía sus costillas en mi interior siguiendo el ritmo de su pulso. Tacharía otros lugares de paganos e impuros, y protegería su ciudad con uñas y dientes.
No hay nada más defendible que su fortaleza de huesos y piel.”


Entro de nuevo al baño, esta vez con música y carcajadas en mis oídos. Pero sigue ahí. La loba salvaje de labios celestiales y pecho descubierto me mira desde un espejo. ¿Cómo no podría enamorarme de ella?

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