Warhol despertó ese día de mal humor y con resaca, como
llevaba haciendo los últimos veintisiete años. Se levantó de su cama, o de lo
que él consideraba una cama, y se metió en la ducha.
***
Warhol era una persona diferente. Nació de la unión de un
par de artistas venidos a más, en la década de los setenta. No tuvo una
infancia normal, ni una educación digna. Sus padres apenas le dedicaron
atención los primeros años de su vida, simplemente continuaron con el estilo de
vida que habían tenido hasta entonces.
“Mis padres eran unos imbéciles. Era obvio que me habían
tenido para ver que pasaba si de repente tenían un hijo, y si encima le
llamaban como un puto pirado que hacía gilipolleces con colores. Oh sí, muy
bonito el nombre, graciosísimo. Seguro que se le ocurrió a mi madre mientras
cagaba.
Viví una infancia cutre de cojones, sobretodo cuando mi
padre se piró con una tía diez años más joven que mi madre. El muy cabrón dejó
una notita y todo. Joder, ahora hasta me hace gracia…”
A los quince años, Warhol decidió buscarse la vida en
solitario. Dejó a su madre en el apartamento que compartían, pero no dejó una
nota de despedida. Simplemente se fue de allí, sin ninguna intención de volver.
“A ver, que quede claro, yo no abandoné a mi madre, ella me
había abandonado mucho antes de que yo me pirara del sitio. Después de que mi
padre se fuera, ella intentó seguir pintando y componiendo, pero no era lo
mismo, “se le había secado la inspiración”, o eso decía.
Al final acabó en la cama de un ejecutivo de noséqué
empresa, que nos pagaba lo que fuera con tal de echar un polvo de vez en
cuando. Ella ni hablaba conmigo. Se pasaba el día comprándose cosas bonitas,
como ropa interior o perfumes, y follando con el capullo ese. Sinceramente, a
mí no me importaba demasiado. A diferencia de ella, yo me pasaba el día
buscando cosas productivas que hacer, y en cuanto encontré un trabajo de
camarero, me largué.”
Los siguientes años de su vida los pasó trabajando donde
podía para pagarse lo justo. Vivía malamente en un apartamento, en una calle
perdida de la Gran Manzana. Perdía trabajos, y encontraba otros. Siempre había
personas dispuestas a contratarle. Incluso él mismo lo decía: “soy un bastardo
con suerte.” El poco tiempo libre que podía reunir lo empleaba en odiar a los
artistas, delante de una barra de bar mal encerada y un whisky barato. Todas
las semanas, al menos dos noches, se metía en cualquier bar que no tuviera
música, y se ponía a beber. Siempre whisky, siempre sin música. La televisión o
los gritos de la gente no le molestaban, únicamente lo hacía la música.
- Greg, otro más. Sí, no te cortes. Gracias, tú sí que sabes
lo que me gusta.- decía, y se mataba a
beber.
“Pero a ver, Greg, escúchame. La música está sobrevalorada.
Y más ahora. Ahora la gente escucha lo que yo escuchaba cuando era un crío y se
creen especiales, y lo peor de todo es que creen que esa música es especial. No
se dan cuenta de que las personas que había detrás eran capullos sin talento.
Se piensan que las canciones son para ellos, que les entienden, y no joder, no.
Esas putas canciones, como todas las canciones de este mundo, son para sacar pasta.
Fin. Ni Mozart se salva.”
Ningún camarero le prestaba demasiada atención, recibía el
mismo trato que el resto de borrachos de barra: alguna sonrisa de vez en
cuando, y un “claro” para acompañarla.
A Warhol le daba igual, mientras le siguieran sirviendo
whisky barato y le dejaran despotricar a su gusto sobre lo que le viniera en
gana.
Y ese, queridos amigos, era su arte.
El arte de Warhol era odiar a las siete musas, a las siete
divinidades de todo artista. Criado entre ellos, había aprendido desde niño a
despreciar profundamente ese mundo. Lo hacía con una sensibilidad y una
naturalidad que si hubiera sido pintor, habría revolucionado el mundo
artístico, igual que si hubiera sido cineasta o literato. Cada día encontraba
adjetivos más despectivos, más oscuros, a medida que iba creciendo su odio.
Allá donde hubiera música, Warhol no iba. Cada vez que veía
un cuadro, escupía al suelo, estuviera donde estuviese. ¿Trailers de
películas? Warhol los aniquilaba en apenas segundos, con un: “innovad, esta
puta mierda ya se ha hecho antes.” No tenía piedad. Era el asesino en serie
menos buscado de la historia.
Y él, como buen artista, no buscaba el reconocimiento de un
público, todo lo hacía desde el más sincero anonimato, salvo en esas ocasiones
que se sentaba delante de una barra de bar. En esos casos, Warhol brillaba bajo
un foco de luz inexistente, y con su herramienta preferida, un whisky,
componía, dibujaba y escribía, las más puras obras de arte.