Entrad, sin miedos y prejuicios. Bienvenidos a mi reino de mediocridad y simplicidad. Bienvenidos a mi hogar.

Desde el minuto cero os pido encarecidamente que me juzguéis con pasión y crueldad. Aquí no hay lugar para los cobardes o los aduladores, solo para los que saben meter el dedo en el ojo hasta el final.

Espero ver en vuestros rostros sonrisas de hiena, de depredadores hambrientos. Si estáis aquí es por alguna razón, aprovechadla para despedazarme. No puedo pedir menos.

El triunfo, dicen, se mide de muchas formas: enemigos, riqueza, fama, poder… En mi hogar, es decir, aquí, se mide en “bienvenidos” pronunciados.

Poneos cómodos ya que si habéis llegado hasta este punto, es para quedaros.

lunes, 22 de junio de 2015

Los besos de un caído

Y su beso cayó por su propio peso
y con él, caí yo, arrastrado
suyo, muerto, más vivo que nunca.

Y ella seguía sonriendo después,
y antes, y siempre desde entonces.
Y yo la quería como nunca
Pero ella me jugaba como siempre.

Suyo todas las noches.
Días enteros a su lado.
Días resucitado de la vida de muerto
y muerto otra vez, sin ser matado.

Y ella cada vez más viva
y sonriente, y alegre.
Con ganas de jugarme y besarme
y despertarme, tocándome,
haciéndome sinfonías vivas,
y suyas.

Y ya sé que nunca despertaré
y mi condena será amarla
y quererla.
Como siempre,

y como nunca.

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