Entrad, sin miedos y prejuicios. Bienvenidos a mi reino de mediocridad y simplicidad. Bienvenidos a mi hogar.

Desde el minuto cero os pido encarecidamente que me juzguéis con pasión y crueldad. Aquí no hay lugar para los cobardes o los aduladores, solo para los que saben meter el dedo en el ojo hasta el final.

Espero ver en vuestros rostros sonrisas de hiena, de depredadores hambrientos. Si estáis aquí es por alguna razón, aprovechadla para despedazarme. No puedo pedir menos.

El triunfo, dicen, se mide de muchas formas: enemigos, riqueza, fama, poder… En mi hogar, es decir, aquí, se mide en “bienvenidos” pronunciados.

Poneos cómodos ya que si habéis llegado hasta este punto, es para quedaros.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Estúpido engendro de polvos sin respuesta

Noches de dudas existenciales con olor a polvo barato. Esas eran sus noches preferidas.
Le encantaba recostarse de nuevo en su cama cutre, con la chica que fuera, y bombardearla a preguntas sobre la fugacidad de la vida, sobre su concepción intrapersonal, y sobre Kafka. Entre otras muchas cuestiones, sus preferidas siempre eran las que más le hacían pensar a él.

Le encantaban las caras de incredulidad que suscitaba. Le encantaban los: “no sé…” tímidos que arrancaba. Le encantaban las miradas de reojo y los silencios incómodos. Le hacían sentir estúpido pero poderoso. Le encantaban los: “creo que debería irme…” y le encantaba seguir tumbado, con las manos bajo su nuca, las piernas cruzadas y una sonrisa de medio lado mientras la chica en cuestión se levantaba precipitadamente.
Le encantaba despedirse de ellas desde la cama, siempre con un sarcástico pero sincero: “gracias por tu ayuda, guapa”.

Y así era siempre todo. Ellas le ayudaban a seguir siendo lo que era, porque nunca encontraba respuestas a nada. Llevaba años desgastando, cuando podía, esa rutina nocturna tan peculiar, pero nunca nadie le había respondido a nada. Para él, la esencia de su vida era aquello, lo que conformaba sus noches estrella: echar un polvo y seguir siendo igual de ignorante que siempre.


Le encantaba.

2 comentarios:

  1. ¿Tan baratos eran esos polvos? Pensaba que la ignorancia era cara.

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    1. La ignorancia es cara para los que no son ignorantes.
      A él le encanta.

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