Entrad, sin miedos y prejuicios. Bienvenidos a mi reino de mediocridad y simplicidad. Bienvenidos a mi hogar.

Desde el minuto cero os pido encarecidamente que me juzguéis con pasión y crueldad. Aquí no hay lugar para los cobardes o los aduladores, solo para los que saben meter el dedo en el ojo hasta el final.

Espero ver en vuestros rostros sonrisas de hiena, de depredadores hambrientos. Si estáis aquí es por alguna razón, aprovechadla para despedazarme. No puedo pedir menos.

El triunfo, dicen, se mide de muchas formas: enemigos, riqueza, fama, poder… En mi hogar, es decir, aquí, se mide en “bienvenidos” pronunciados.

Poneos cómodos ya que si habéis llegado hasta este punto, es para quedaros.

domingo, 26 de febrero de 2017

Defínete.

Volver a volver, saber que no estás y yo nunca estaré…

Definámonos. Tomemos el camino fácil, ese que nos ofrecen los presentadores parlanchines a través de las luces que confunden y embotan el alma.

Definámonos. Tomemos el camino difícil, ese que está lleno de incertidumbres oscuras y pastosas, ese que da miedo, ese que cuesta analizar en retrospectiva.

Pero definámonos, o elijamos no definirnos. Elijamos encontrarnos a través de los ojos de alguien. En su ilusión y sus ganas. En sus miedos.
Hagamos paralelismos con los lunares de sus cuello, de sus espaldas o de sus brazos. Contemos anécdotas estúpidas, contemos con nuestros dedos todas nuestras manías. Besemos a la noche.

No quiero contar lo mismo que ayer, ahogar las palabras, quemarme la piel…

Definámonos como estúpidos sin remedio. Como jóvenes inconscientes. Riámonos de sus moralejas, seamos sus estereotipos, luchemos por nuestras ganas y por nuestra falta de tiempo.

Definámonos como la generación que hace falta. Partámonos la cabeza contra un techo de cristal, llenemos de ideas frescas sus jarrones de diseño. Desparramemos alcohol, compartamos recuerdos. Seamos nuestros.

Pero destrocémonos. Seamos sádicos con nosotros mismos. Hagamos promesas para romperlas después. Jugueteemos con nuestra consciencia. Que no nos paren, que gritemos hasta enloquecer. Un poquito más cada día.

Mis memorias me persiguen, de eso no puedo librarme. De lo que fui solo queda hueso y carne…

Definámonos como “las jóvenes promesas del futuro”. Démosles lo que nos piden, pero dejémosles con la miel en los labios. Seamos zorros, zorras, animales con pasión, con astucia. Rompamos calles con nuestros pasos de madrugada. Desgarrémonos la voz a base de cucharadas de melancolía. Dibujemos a la imaginación como si nunca la hubiéramos mantenido cautiva.

Se puede perder la vista, pero nunca la mirada…

Y veamos, contemplemos nuestras obras de arte. Giremos la cabeza y observemos nuestros pasos titubeantes. Sonriamos como locos y desplacemos las ganas cada vez más cerca de nuestros pulmones. Rindámonos ante nosotros mismos y levantemos la cabeza hasta que duela.

Definámonos como los indefinibles. Amenacemos con un par de acordes a los cuerdos.
Y no dejemos que el ciclo termine.


Era distinto en 1932…

Letra de la canción "1932" de La Maravillosa Orquesta del Alcohol.

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