Cada día
me muero más. Es una verdad tan indudable que me atrevería a decir que es
absoluta, pero no quiero insultar a Nietzsche. Cada día me muero más y el cielo
es menos azul, las sombras de los árboles dan más calor, y yo ya he dejado de
escalarlos por miedo a las hormigas.
Cada día
soy más cobarde, más adulta, más práctica. Me despierto y hago, actúo y duermo.
Cada día echo más de menos. A mi niña interior, a los juegos que nos
inventábamos, a la indiferencia adolescente, a tu boca triste llena de verdad.
¡Qué
pena! Las cosas van desapareciendo dentro de mí y la vida me regala una
conciencia para notar cada pequeña muerte en mi interior. Y así me despierto,
cada día más mustia, cada día con menos color.
¡Qué vacío
más tonto siento en el pecho y en el estómago! Ambos me gritan, su eco resuena
en cada fibra sensible de mi piel: "¿DÓNDE ESTÁ NUESTRA ILUSIÓN?" y
yo sé la respuesta: cada día más muerta. Se me ha secado la pasión juvenil, y
en su lugar brotan malas hierbas sin color alguno, que me vienen a decir
"que sí, que cada día me muero más, así que al mal tiempo buena cara, y
una sonrisa, niña."
La
verdad es que no sé donde he metido mi sonrisa, los bolsillos los tengo más
vacíos que nunca y en mi cabeza el caos se ha hecho su hogar. Pero la busco, y
la encuentro escondida en algún rincón de mis recuerdos. La pobre da mucha
pena, se resguarda de sí misma, así que mejor la dejo ahí, a ver si la voy a
asustar para siempre.
Ya no sé
una mierda sobre mí misma. En estos momentos es cuando me acuerdo de los
valientes que vienen a salvarme, y no puedo evitar que me den una lástima
sincera. A mí que el mundo me olvide, ya sabré como olvidarme a mí misma.
Y es que
no puedo evitarlo. Las espirales se anudan en mi garganta, se van cerrando cada
día un poquito más, y voy notando como me asfixian. Cada día la Luna está más
lejos, me da su espalda blanca, y por mucho que la implore y la mire con el
mismo amor que siempre, ella ya no responde. Los lobos corretean sádicos por
mis venas, muerden con fuerza mi esperanza y se lamen la sangre que derraman.
Así mis símbolos, mis vivencias, mis manías y noches intranquilas, se van
volviendo contra mí.
La
verdad es que cada día siento cómo yo misma me alejo. Yo misma me doy la
espalda, yo misma me despido. Así que por el momento solo queda decirme que
"hasta luego" a ver si un día me reencuentro.
Che niña tú no te mueras ni pierdas color que como RUBIA estas estupenda.De verdad morimos cuando nos olvidan y tu aún tienes muchas vida.
ResponderEliminarTú es que eres un amor de persona y tienes el valor de quererme. Ay... ¿Qué haría yo sin ti?
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