No sé si por
primera vez, pero sí desde hace ya mucho tiempo, siento que tengo miedo a
escribir. Algo me atenaza el pecho, lo sumerge en oscuridad, relámpagos de
indecisión. No lo entiendo.
¿Y si el
problema está en que realmente lo entiendo?
Hay un miedo
estúpido a decepcionar. A ser leve, vacía e infantil. Un miedo a hacer
enumeraciones, a expresarme con inseguridad, a reconocerme en los errores.
¿Qué me pasa?
Consideraba esta experiencia tan ajena que me asusta no conocerme.
Me estoy escribiendo.
¿Hace cuánto no me escribía?
Me da miedo
repetirme, como tantas otras veces que le he mencionado, de puntillas y sin una
razón aparente, solo porque giro bajo sus brazos. Y aquí estoy, mencionándole.
Me da miedo
repetir mis metáforas constantes, mis expresiones inmediatas. Y estas
estructuras, mis estructuras.
Joder, ni
siquiera sé si esto me está sirviendo para algo, si realmente merece la pena.
Las ganas de llorar y gritar siguen ahí. Y he dejado de pensar en todo lo que
me rodea, y pienso sin pensar. Y me agobio.
Me he mirado a
un espejo y me he extrañado. No me reconocía. Ha sido un momento insignificante
para el mundo, y en cambio yo estoy haciendo un mundo de esto. Qué absurdo y
qué sinsentido. Pero joder, no me he reconocido. ¿Qué me está pasando?
¿Quién soy para
pensar que tengo algo que merezca la pena contar? ¿Quién soy para que un espejo
me responda con una mirada de angustia, de ahogo? ¿Dónde he dejado el aire que
respiro? Y ya no sé seguir, no sé cómo decirlo.
¿Debería
reducirlo, banalizarlo y destrozarlo? "Soy una adolescente más, perdida,
hay problemas más graves... ¿No?"
Pero me arden
las mejillas, ya no sé de qué, si de vergüenza o de estrés. El calor asciende
de mi estómago, juega con mi pecho, mi corazón le baila un tango, y mis mejillas
responden con el color de la vergüenza. Vergüenza, tenaza contra la seguridad.
Voy a
decepcionar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario