Entrad, sin miedos y prejuicios. Bienvenidos a mi reino de mediocridad y simplicidad. Bienvenidos a mi hogar.

Desde el minuto cero os pido encarecidamente que me juzguéis con pasión y crueldad. Aquí no hay lugar para los cobardes o los aduladores, solo para los que saben meter el dedo en el ojo hasta el final.

Espero ver en vuestros rostros sonrisas de hiena, de depredadores hambrientos. Si estáis aquí es por alguna razón, aprovechadla para despedazarme. No puedo pedir menos.

El triunfo, dicen, se mide de muchas formas: enemigos, riqueza, fama, poder… En mi hogar, es decir, aquí, se mide en “bienvenidos” pronunciados.

Poneos cómodos ya que si habéis llegado hasta este punto, es para quedaros.

lunes, 21 de marzo de 2016

Pintura roja

Terciopelo de caderas
sobre una piel que arde
con vergüenza, con ganas.

Labios condenados a varar
al mismo puerto, una
y otra vez.

Sensaciones de pies fríos
con ternura, entre los lazos
de algo que vibra.

Un secreto de miradas encendidas,
de arañazos a la cordura,
de lunas en tu piel.



Y ya no quiero ser astronauta
de otro satélite que no sea tu vientre,
que no tiemble (entre las yemas de mis dedos).

Y ya no busco otra caricia
que no sea de una mano roja,
o de unos ojos sinceros, los tuyos.

Y ya hay toda una vida que escapa
a los sentidos de mi razón, que vaga
y llega al mismo puerto que mis labios: tú. 
Y tus razones.



 

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