Entrad, sin miedos y prejuicios. Bienvenidos a mi reino de mediocridad y simplicidad. Bienvenidos a mi hogar.

Desde el minuto cero os pido encarecidamente que me juzguéis con pasión y crueldad. Aquí no hay lugar para los cobardes o los aduladores, solo para los que saben meter el dedo en el ojo hasta el final.

Espero ver en vuestros rostros sonrisas de hiena, de depredadores hambrientos. Si estáis aquí es por alguna razón, aprovechadla para despedazarme. No puedo pedir menos.

El triunfo, dicen, se mide de muchas formas: enemigos, riqueza, fama, poder… En mi hogar, es decir, aquí, se mide en “bienvenidos” pronunciados.

Poneos cómodos ya que si habéis llegado hasta este punto, es para quedaros.

domingo, 3 de abril de 2016

Incluso ahora...

Incluso ahora. Ahora que me tienes en tus brazos cuando queremos, ahora que nos amamos campo a través con los ojos encendidos y los corazones en la boca. Incluso ahora, eres mi tormento de pecados y tristezas.
Jamás admitiré mi palabra delante de tu boca. No podré en manos de un juez cualquier afirmación que aparezca en este papel. Pero es así, pero sucede.

Incluso ahora me siento gata. Incluso ahora me siento sola. Y tus manos curan mis heridas, y tu boca las cicatriza. Pero siguen estando ahí, y salen más y más.
Incluso ahora estoy maldita. Veo mis problemas a través de la ventana que tus ojos abren en mí. Los veo, se ríen de mí en mi cara. Intento atraparlos, pedirles explicaciones, pero solo ríen. Y tú me miras sin comprender, y yo me siento maldita.
Incluso ahora, sí, incluso cuando cada noche pienso en ti sin sentirme culpable. Incluso ahora mis manos parecen convertirse en ceniza y mis ojos no hacen más que llorar mares de sal y azúcar, e imploran una explicación a medianoche, que ni tus labios ni tus razones me pueden dar.
Incluso ahora siento como a veces mi corazón decide latir descompasado, incluso cuando tengo la partitura del tuyo entre las yemas de mis dedos, incluso en ese instante diverjo. Y toco las notas por mi sangre caliente, y se vuelve fría, distante, absurda, llena de miedo. Incluso con tu mano posada en mi cara, incluso con la sutileza de tu gesto, incluso ahora tengo miedo.

Incluso ahora soy incapaz de decirte si somos afortunados o no tenemos nada que ver con la suerte. Con la suerte de mirarnos, con la suerte de extinguirnos. Incluso cuando me miro las manos desnudas, llenas de tinta negra, no puedo decirte si somos suerte o solo ganas.


Incluso ahora, incluso ahora que ya no hay palabras en mi triste mente para dedicarte, incluso cuando creo que repito tus gestos y caricias constantemente, y que solo escribo sobre tu pecho, incluso ahora no puedo evitar hacerlo.

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